Trapelacucha y Sekil

En los confines del continente Sudamericano, en la región de la Araucanía, allí donde los inviernos son fríos y lluviosos pero en época estival los rayos del sol golpean fuerte, es donde brillan dos vistosas piezas del arte de la orfebrería mapuche más tradicional, son el sekil y la trapelacucha.
Dos alhajas de metal de mayores proporciones que lucen las mujeres mapuches como pectorales colgantes y amarrados del tupu, punzón o del traripel, durante las festividades tradicionales de este pueblo.

Se podría decir que el sekil (o sikel) tiene dos variantes según su diseño, aquel compuesto solamente de placas y otro de tubos y placas, los que a veces para otorgar color a la pieza se les ensartan mostacillas, proporcionando una composición de gran viveza y atractivo para el conjunto. Las placas van decoradas con dibujos incisos de temas abstractos o naturalistas, o también con calados, protuberancias repujadas o un pequeño rostro en relieve. Del extremo inferior del sekil cuelgan pequeños conos o discos “medellas”, los que al mecerse producen un sutil tintineo que sirve para invocar a los espíritus benefactores.

En tanto, la trapelacucha (trapel = atar acucha = aguja) es una joya más sobria, constituída por una cadena de plaquitas o una cadena de eslabones simples, con una cruz de cuatro lados iguales en su extremo inferior, desde ésta cuelgan pequeños discos “medellas” o alguna flor u otra figura estilizada. No se trata de una cruz cristiana, sino que aquella que representa la cuatripartición de la cosmogonía ancestral de la religión de este pueblo, es decir, corresponde a la cruz mapuche.

Nuestro Catálogo